Las cicatrices tienen poder

Mostrar tus cicatrices no te hace débil, sino más humano.


En Japón existe un arte que celebra las cicatrices de los objetos de cerámica, el kintsugi o Kintsukuroi. Se trata de una técnica que une piezas de cerámica rotas con oro. Está basado en la idea de que al abrazar las imperfecciones, se puede crear una pieza de arte aún más hermosa.

Vivimos en una sociedad que condena toda falla y toda caída humana. Nos enseñan a avergonzarnos de nuestros errores, fracasos y heridas y a camuflarlos bajo la máscara de la infalibilidad y el éxito. Habitualmente, me encuentro con personas que acostumbran mostrar una fachada de perfección y pareciera que tienen por norma de vida esconder sus debilidades y sus heridas.

Pero déjame decirte que enseñar las cicatrices que llevamos es todo un acto de valentía y humildad. Nos hace más humanos y auténticos, más fuertes y nos empodera. El valor más grande de nuestras cicatrices radica en la aceptación de lo que se ha roto como parte de nuestra historia, puesto que se han convertido en una muestra de la imperfección y la fragilidad. Todo aquello que ha sido dañado tiene una historia digna de ser narrada y puede contar a otros una enseñanza y una esperanza.

Cuando nos observamos desde nuestras cicatrices aceptamos que vivimos desde la transformación, que transitamos la vida curando las heridas e integrando las cicatrices para transformarlas en las páginas del libro de la vida que seguimos escribiendo. 

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