Oda a la gratitud

La gratitud despierta en mí al alba,
en el suave murmullo del mundo que respira,
en el rocío que acaricia la hierba,
en el calor de un abrazo que no esperaba.
Camino entre los días con los ojos abiertos,
buscando esos destellos de vida sencilla,
un rayo de sol colándose entre las nubes,
la risa leve que rompe el silencio.
Es la gratitud la que me sostiene,
como raíces firmes en tierra fértil,
como un río que fluye sin preguntarse
si su destino es el mar o la calma.
Encuentro su voz en los gestos pequeños,
en un gracias susurrado al viento,
en el aroma del café en una mañana fría,
en las estrellas que vigilan mi noche.
La gratitud no exige, no pesa,
es un don que me recuerda
que incluso en el caos hay orden,
que incluso en la sombra habita la luz.
Y así vivo, aprendiendo cada día
a honrar lo que tengo, lo que soy,
sabiendo que la vida,
con todas sus aristas,
es un regalo que merece ser celebrado.