Vivir sin miedo

¿Tú, en qué miedo descubriste que eras valiente?
¡Tenía tanto miedo! Le aterraba la idea de continuar la vida a su lado. Repasaba a diario, una y otra vez, todas las ocasiones en que la había lastimado. Se llenaba de rabia y, a la vez, tenía un miedo profundo que paralizaba cualquier intento de escapar.
Le habían metido cuentos desde que era pequeña: que debemos aguantar, que debemos luchar por mantener, que el matrimonio es para toda la vida, que debemos ser pacientes y tolerantes, que amar duele, bla, bla, bla.
Hacía mucho tiempo deseaba irse, pero no sabía cómo hacerlo. La frenaba el miedo, los miedos... al qué dirán, a no cumplir con las expectativas de su familia, a no poder sola, pero, sobre todo, a la forma como él reaccionaría cuando lo hiciera. Sí, Helena le tenía mucho miedo.
Una mañana en que empacaban sus cosas para mudarse, ocurrió algo que dividió en dos su historia: en medio de una discusión, Helena tuvo el coraje para enfrentársele y le dijo todo lo que pensaba. Él se disgustó tanto e intentó amedrentarla con sus gritos, pero esto no detuvo a Helena. Armada de valor (aunque con miedo) le hizo frente a sus insultos diciéndole unas cuantas cosas que pensaba sobre él. A medida que le hablaba su tono de voz iba aumentando y, cuando se dio cuenta, estaba gritándole cada uno de sus reclamos.
Él la miró y Helena pudo percibir un atisbo de miedo en sus ojos. Acto seguido, sus gritos se convirtieron en susurros, su gesto de ira se transformó en confusión y su agresividad en mansedumbre. En un instante se paralizó y comenzó a llorar.
Helena lo miró con indiferencia, dio media vuelta y se marchó.
¡Nunca más regresaron, ni ella ni su miedo!